TRES POEMAS DE LUIS VICENTE DE AGUINAGA




FIN DE LA HISTORIA

Qué fácil: un insecto.

Vuela en círculos
alrededor del foco.
Cae de golpe. Se mete
debajo del sofá.

No es de colores.
Ni siquiera es un grillo.
No tiene la fama de la hormiga
ni hace miel
ni da miedo.

No hace falta buscarlo.
No tiene nada
que decirte.

Sale de abajo del sofá.
Se levanta y vuela
de nuevo alrededor del foco.



DRAMATIS PERSONAE

Los anfitriones van de un lado a otro.
Él observa el reloj.
Ella estruja una manta de cocina.
Son tu padre y tu madre.

Entra tu hermano, el primogénito,
con dos viejos amigos de la infancia.

Llegan tu esposa y tus dos hijas:
la menor, en pijama;
la mayor, abrazando una pelota.

Conforme pasa la velada,
tu jefe, tus vecinos, tus compañeros de trabajo
se sientan a la mesa,
comen ruidosamente y hacen chistes
impregnados de alcohol y mala sangre.

Por último,
ya pasadas las 12 de la noche,
se abre una puerta y apareces
y al instante comprendes, por un silencio abrupto
apenas desmentido por toses y risitas,
que no tienes papel en esta obra.



MEDIO LIMÓN

Psó la hora de la cena.
                                    Medio limón
se quedó, intacto, en la cocina,
casi tocando el borde de la estufa.
Nos faltó corazón para tirarlo,
porque no era un deshecho,
pero no lo pusimos de vuelta entre las frutas,
porque no era un limón como los otros.

Siguió pasando el tiempo. El desayuno
y todo lo demás, que son palabras
que cada quien define como quiere,
según su dialecto y apetito:
el almuerzo,
el entretiempo y la comida,
las colaciones y meriendas,
los refrigerios y entremeses.

Y fue como si transcurrieran años
y, con años, vidas
y, con vidas, eras
mientras, en la cocina, medio limón intacto
se iba poniendo seco y amarillo
y al final se amargaba para siempre.













Luis Vicente de Aguinaga
Tomados de Qué fue de mí
Mantis Editores, 2017

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