CUATRO POEMAS DE JAVIER ACOSTA




YA NO ME ACUERDO BIEN

por qué razón
me prometí entregar
mi vida a la escritura; pero
no funcionó.

No era tu vida, era tu alma.
Si le entregas tu alma,
no habrá necesidad
de encontrar la razón
 —me juró
mi maestro interior; pero

lo hice y
nada,
lo hice y
nunca,
lo hice y

ni mi alma,
ni mi vida;
ni nada,
ni nunca.

Busca tu verdadero yo,
de eso se trata
 —dijo
mi verdadero yo.

Me prometí dejar de escribir para
mi falso yo.

Me prometí dejar de hacerlo para
el becerro de oro, para su pueblo
y para su dios;

para el que lee poemas y
para el que no.

Y nada funcionó.

Deja de prometer, ese ha sido
tu error
 —dijo mi verdadero
yo. Y

no sé por qué, pero sonó su voz
tan falsa
como suena la voz
del maestro interior.

Me prometí dejar de escribir
para siempre —y no

tampoco nada funcionó;

pero no me rendí,
me prometí muy fuerte
nunca dejar de prometer,

no volver a caer
en los dulces embustes
del maestro interior,
en las falsas promesas
que suelta el verdadero yo.

Y nunca y
nada y
nadie no;
pero no me rendí,

ya no me acuerdo bien
por qué razón.



MUNDO DESPUÉS DE LA NEBLINA

Con frecuencia al poeta le fue concedido el adjetivo de divino, otras veces él mismo se propuso ser dios en su poema —y llegó a ser más grande que un dios. A veces quiso ser un cosmos, otras, tiró sus dados sobre el tablero de la eternidad —y luego dedicó su empeño a la procreación de un algoritmo: al cómputo de sílabas, a la repartición bien escanciada de acentos y sonidos, a recombinar las dos o tres comparaciones entre las dos o tres especies de las cosas, a introducir un giro sorprendente. Otras veces se quiso dedicar a la más humilde confección de la neblina.
Luego fue necesario disipar al dios, al mundo, a la neblina. Algunos renunciaron al cetro, a la corona de los siglos; vieron si les quedaban todavía las orejas de burro, si todavía la piel sabía ponerse de gallina, si los pelillos de la nuca recordarían cómo erizarse;
pero
ya no se conocía el oficio
de la disipación
y no fue soportable
vivir a secas en el mundo,
no parecerse a un dios,
no tener otra vida
ni otra voz;
ya no era soportable
esa nueva variante
inútil, intratable,
del silencio.



OH, INVERTED WORLD

«Se es artista al precio de sentir como contenido lo que los no artistas llaman forma. Con lo cual, ciertamente, se entra a formar parte de un mundo invertido, pues desde ese momento el contenido se convierte en algo meramente formal» —escribió en sus fragmentos.

Quizás ahora —ya
no me interesa tanto —:

mi forma de vivir, mi forma de morir; quizá
tan solo me interesa

estar bien vivo cuando viva,
estar bien muerto cuando muera —no

no— quizá

tan solo me interesa
el modo de inclinarme, de
agachar la cabeza y escribir —de veras

quizá tan solo me interesa

tomar la parte por el todo —y al revés,
tomar el efecto por la causa —y al revés,
el río por el tiempo —y al revés.

Tomar al otro por el yo,
a lo callado por lo dicho,
a lo accesorio por lo necesario —y al revés.

A la palabra por la cosa —y no
al revés.

::

Es tan sentida mi sintaxis,
es tan superficial
tu verdadera voz
—me dijo el impostado
yo
de la escritura.



NO

esa —la que viene a tu vida como un guante —no
la del alma para el cuerpo —no
la del dios para el filósofo —no
la del pollo para el caldo —no;

la otra,

la muerte para nadie,

la otra, esta

que al escribir te pasa
su mordisqueada uña
a lo ancho y lo largo
de tus lomos —esta

la muerte de morirse —para nada.







Columna de Humo. Cuatro poemas de «Al (no) escribir» [Universidad Autónoma del Estado de México, 2024] de Javier Acosta, poeta mexicano. Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen Estrada 2024








Javier Acosta
Tomados de Al [no] escribir
UAEMéx, 2024