CINCO POEMAS DE LAURA SOLÓRZANO
I
Había una historia escondida muy atrás
y no se dejaba ver, porque las palabras recurrentes
evitaban que su razón se abriera.
Esa narrativa sólo existía en lo oculto de un verso
porque el verso, revoloteaba inconcluso, arrullado
en la calma de aquellos ojos que recorrían su geografía lineal.
Había una historia anterior a la escritura del poema.
Había un motivo lejano, sólo reconocido en la penumbra.
No podía comprenderse su anécdota, no podía
sentirse su dibujo, nadie hubiera llegado a adivinar
el estrecho vínculo.
Y así la historia quedó en la sombra
que disfruta ser sombra, en el olvido que sólo proyecta
una tenue incandescencia al foro de la realidad.
III
Era un libro que contenía una enumeración de eventos posibles en un miserable y roto jardín.
En esa maleza vivía un gato que hubiera podido, al menos, perseguir ratones si el sueño no lo hubiera vencido.
En el jardín las zarzas dificultaban el paso, los arbustos apretaban su respiración y se hundían en la tierra.
Era un desorden natural guardado en el silencio.
El libro vivía en un viejo librero que no era visitado por nadie. Nadie leía sus páginas y nadie conocía el jardín.
Pero ese gato dormido soñaba con tener el valor de existir y encontrar a la hembra imaginada.
La gata vivía en un verso dentro de una antología de poesía, y maullaba constantemente, solitaria frente a la ventana de una oscura habitación.
Cuando un lector extraviado encontraba la página, la ventana se abría y el maullido del desesperado animal escapaba y vagaba por su pensamiento buscando algún resquicio para entrar a un jardín en ruinas.
V
Había una vez una página ensimismada, y proclive a olvidar su calidad de página. Se sentía una reina de papel entre una multitud de insectos de tinta.
Se perdía subiendo, se oscurecía en su ritual de conciencia ultra extasiada de verse y provocaba con su espejo satisfecho un rumor altisonante y rayado. Masticaba sus renglones como si le pertenecieran.
Era bella y vertiginosa. Se olvidaba de las otras, de las anteriores y las posteriores que definían su estancia. Era única, pensaba, única forma de márgenes esquivos, de signos elevados y sonoros: un rostro palpitante.
Cuando los ojos leían en ella, ella escuchaba su propia voz y escuchaba su propia voz y escuchaba su propia voz...
VIII
Había una vez un vaso en un verso, era un vaso vacío.
Respiraba y sentía: la suya era una cristalina soledad.
Un día al verse tan quieto tiritó con ansias de bebida. Pensó en la voz desde el vaso que era y anocheció en su boca transparente.
El vacío llegó a sacudir su volumen, mientras hablaba de la ausencia. El fondo de su abdomen lo escuchó resistir en el velamen del verso, hasta quebrarse de sonido, hasta formar el líquido en su vientre y así inventar la gota esperada.
XIV
Cuando pasé mis ojos por el renglón, comprendí que esa línea existía con más fuerza que yo. Tenía una vitalidad amplia y vegetal como un lago de zargazo que vive bajo el sol sin soltarse nunca. Pensé, es una superficie que ahora despierta.
Y el corazón se resbalaba desde mi pecho hasta las aguas. Yo era solo un parpadeo detenido que contemplaba con sorpresa lo inexistente. Ese rumor parecía una carretera que va cruzando los cerros para acercarse a la orilla, como un soplo de viento en las venas.
Ese verso no sabía de sus alcances. Me dejó extendida a lo largo de mí misma. Me llevó a sobrevolar la cuenca imaginaria y me detuvo para que conociera lo que solo conozco cuando me detengo.
![Laura Solórzano Columna de humo. Cinco poemas de «Historias imposibles» [Sombrario Ediciones, 2025] de Laura Solórzano, poeta mexicana](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxzdT-0zjF34WRSSSZh9JNXYSaZBgTqlm8v6p_ZGDkPeXQQUNEU1cbjmcgepV3mjZmI2EyF6GJFSw3eoeK5h8G-zp2XalOTHlHqUoz51vxYGgh84upccUIgK3Pkqyu3JzBZb7M0wsCZOMVIzJX8YdrSmAH0nBPsHyU3RQodAmxju_vdnm0ZkRu/w320-h168/CH65.png)