DOS POEMAS DE ARÍSTIDES LUIS




ANIMALES LÁZARO

Madre, no te han dicho que la guerra ha acabado.
En tus ojos el corazón aún se conmueve
porque tu cuerpo peleó sin cansarse todavía.
Aún haces brotar tus lágrimas
en la sobremesa
pero no lo notas.
Es momento de la retirada, madre.
Haz como dijiste
en el espejo de tu piel desgarrada,
con el cansancio endureciéndote las uñas
y el cabello más ligero,
que no viniera con el trabajo a casa,
como hay quien presume la piel seca de sus manos
porque la continua pulcritud de los rincones
es siempre corrosiva,
la faz de un amor terrible por uno mismo,
dime: cuidé de ti, de tu padre,
mira mis manos,

dímelo como animal a la espera de cazadores
lista para retirarte, madre,
lo has hecho todo,
ignóranos,
si te es posible, incluso,
olvídanos,
adéntrate a la jungla
como un tigre
de los que han sido dados por extintos,
sé un avistamiento, madre,
este largo
largo avistamiento tuyo,
de tu naturaleza materna
que aún pule con sus roces
y rasguños
la piedra de mi infancia,
que se convierta en raro encuentro de animales,
hermoso por su fugacidad
y su extrañeza,
adéntrate a la jungla,
prometo que contaré tu historia
como quien intenta relatar un siglo
por cada mancha en el lomo de los tigres,
cada símbolo de tu cuerpo,
cada evocación tuya en mis costumbres,
recordándote, evocándote, madre
mientras te miramos partir hacia otra vida
como quien ve a un hijo volver a sus asuntos,
a lo que dejó pendiente
para cumplir un deber amargo.
Que no te vean morir
cargando con nosotros.



TARDE EN LA SALA CON MIS GATOS
A mis gatos, Julián y Mimi


El sol les tiende la cama en los rincones,
entibia sus colmillos y sus garras,
sus suaves, limpias y perfectas almohadillas
donde se esconde el cuchillo amoroso
con que me han marcado los antebrazos
hasta que se pueden leer en esas cicatrices
las palabras con que dios encomendó a Moisés
que se ocupara de los gatos al salir de Egipto,
antes de retirarse a lamer divinamente sus patas
y echarse a dormir en su trapo.
Mis gatos son dioses dormidos
en el hueco surcado en la tierra
de una maceta junto a la ventana,
a los que sólo les basta derramar su cuerpo
roncando al suave golpe de la tarde
para evocar la mismísima sustancia
que hace al devenir
de todos los cuerpos en el universo.

Su ley se mantiene pobre,
prefieren la mugre, la bolsa de papel,
rechazan el objeto invaluable,
pueden quebrar algún recuerdo del pasado
sin remordimiento, la joya más valiosa
hecha añicos al entrar a casa
y nada importa,
porque nada puede hacerme olvidar
que cuando los encontré en la calle
con la oreja herida, el hocico sucio
y en una caja de zapatos,
que cuando me encontré
con estos dioses abandonados en la calle
y los cargué por primera vez,
se quedaron dormidos en mi pecho.

Ellos me eligieron
para abrirme como una nuez
al camino de iniciación
de un hermetismo sobre el amor
que ni Bastet sino sólo ellos,
aquí mismo,
tendidos en mi sala bajo el sol,
pueden enseñarme.







Columna de humo. Dos poemas de «Cuadro azul sobre fondo de nada» [Medusa Editores, 2025] de Arístides Luis, poeta mexicano








Arístides Luis
Tomados de Cuadro azul sobre fondo de nada
Medusa Editores, 2025