CUATRO POEMAS DE RAFAEL COURTOISIE




LA PUREZA

No hay delicadeza en la nada
como no hay matices en la pureza.
Lo puro también es la pura nada. Lo puro es absoluto
y esa condición hace de su existencia un ente impredicable.
Sin embargo, algo puede decirse de eso
de esa pureza: eso, antes puro, ahora, al ser dicho, se contamina
está sucio de palabras.
El lenguaje, al nombrarlo, lo empaña.
Pero debajo, brilla.



EL MILAGRO

No ocurre cuando debe sino cuando quiere.
A veces, simula aparecer sobre la piel del día
transparente, alto, venido del otro mundo.
Un milagro jamás es justo.
Siempre se trata de un acto contra natura.
Es una tragedia buena, imposible, un prodigio sin pies ni cabeza.
Se deposita en la vida como una pluma absurda.
Y vuela.
Enseguida vuela. Desaparece.
Como viene, se va.
El viento lo lleva.
Se pierde de vista.
Queda solamente el hueco del responso.
Como una desgracia, pero de signo contrario:
la sospecha, la certeza
de que no debió suceder.



CINCO SEMANAS EN GLOBO

Es música de la tierra lo que se ve a través de la ventanilla de un bus en movimiento.

Sólo se escucha el viaje por los ojos: árboles, casas, vacas, manzanos, gasolineras, vehículos en sentido contrario.

Un cartel de publicidad donde una mujer semidesnuda se asocia a la fotografía de una playa del Caribe.

Otro cartel de publicidad donde una pareja se besa sobre las letras de una marca de seguros de vida.
Un cartel de propaganda del gobierno.
Un niño.

Un perro y su dueña: dos rostros, seis patas, dos manos, respiración y latidos. Todo unido por un lazo. El lazo va del perro a la mujer, de la mujer al perro. Rodea el cuello del perro y se eleva, asciende hasta la mano de la mujer, le rodea la muñeca derecha como una pulsera añil, como un cepo o compromiso tácito.

Mujer y perro están en el instante en que se los ve.
La música prosigue, hermosa y fútil, rápido.
Sólo se escucha el viaje por los ojos.



SOPA DE ÁNGEL

No había nada para comer.

Lo hervimos muchas horas para que se ablandara la carne sólida y etérea de los glúteos, los muslos, las pechugas, el cogote santo.

Le agregamos sal. Una hoja de laurel.
Pizca apenas de pimiento [lo que había].

Ni papas ni zanahorias ni puerro ni remolacha ni espinacas ni cebolla ni ajo ni perejil ni cucurbitácea alguna en la mar océano y gruesa de la olla.

Sólo la sombra de verduras y legumbres, el misterio crudo de las palabras que las nombran.

La cosa en sí, sus nutrientes, sólo en el texto del poema, en su caldo verbal. En la olla no.

Quedó sabroso igual.
Y ahora, ¿qué hacemos con las plumas?







Rafael Courtoisie
Tomados de Pasos y pies
Mantis Editores, 2017

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