TRES POEMAS DE CHRISTIAN PEÑA




MARLBORO

«El cáncer de pulmón es mortal», dice la cajetilla.
El cáncer vende:
mi padre fuma como chimenea.
Lo quiero, pero no quiero ser como él:
tan sedentario y feliz.
Y no quiero que mi padre muera.

Mi padre nunca me donará su sangre,
mucho menos,
por más amor que haya, un pulmón.
Nuestros pulmones valen igual a nada;
ambos tenemos humo, el suyo es doméstico
como el de una chimenea.
Yo soy una fogata de neumáticos.

Lo quiero, pero no quiero ser como mi padre;
a mí la promesa del cáncer me da paz:
sólo con la garganta hecha trizas puedo hablar como hombre.

Lo quiero, pero no puedo ser como él.
Él fuma como chimenea, sedentario y feliz;
yo fumo como locomotora.



BALADA DEL AMOROSO ED GEIN

«Lo hice porque amaba a mi madre», contestó Ed Gein
a los doctores del Hospital para Criminales Dementes de Waupun
cuando le preguntaron
por qué desenterró cadáveres del cementerio de Plainfield.

¿Y si el amor fuera desear a nuestra madre?, pregunto uno.
¿Y si el amor desentierra cadáveres?, dijo otro.
¿Y si el viejo Ed moría de amor?

Todos sabían que Ed Gein había desenterrado mujeres
para arrancarles la cabeza y la piel,
para guardar sus vaginas y narices en una caja de zapatos.
Todos sabían que Ed se probaba las narices
y que solía bailar bajo la luna con un vestido:
un traje de mujer hecho de piel humana.

¿Y si el amor es guardar en una caja lo que más anhelamos?, preguntó
uno de los doctores del Hospital para Criminales Dementes de Waupun.
¿Y si el amor es bailar vestido de mujer bajo la luz de la luna?, dijo otro.
¿Y si el amor de un hombre desea ser mujer?

Todos sabían que Ed Gein
había partido un cadáver en dos
y lo había colgado de cabeza en su granja de Plainfield;
«por amor a su madre», según dijo,
porque su madre lo amaba más que nadie en el mundo,
porque su madre le leía la biblia y le prohibía masturbarse,
porque su madre le enseñó a partir cerdos a la mitad,
porque eran sólo él y su madre,
porque cuando murió su madre el amoroso Ed se quedó sólo.

¡Piernas y cabezas colgadas como adornos!
¡Largos cabellos como cortinas en una granja!
¡Tetas sobrepuestas para bailar bajo la luz de la luna!

Todos sabían que el amoroso Ed Gein estaba loco
o, al menos,
eso dijeron los doctores del Hospital para Criminales Dementes de Waupun.
Eso dijeron
y lo dejaron morir de soledad y amor,
y mataron y enterraron los recuerdos de esa granja en Plainfield.

Y el viejo Ed murió de viejo anhelando su caja su caja de zapatos,
anhelando poner sobre la suya una piel de mujer,
adorando a su madre como a una santa.

¿Y si un santo deseara ser mujer?
¿Y si el amor es desear parecernos a nuestra madre?
¿Y si sólo Ed sabía amar?
¿Y si el amor nos parte a la mitad?

¿Y si el amor era el viejo Ed Gein
desenterrando cadáveres del cementerio de Pleinfiend?, preguntó
uno de los doctores del Hospital para Criminales Dementes de Waupun.



SULLIVAN ESQ. ROSAS MORENO

Frente al hotel hay una funeraria
y, mientras duermes,
pienso que no hay mejor sitio
para construir un hotel:
lugares hechos para velar la carne
y aun así
cada quien ensimismado en sus asuntos;
sutil, pero preciso en lo oscuro,
como casas separadas por una barda fácil de brincar.

Esto es el vecindario de la muerte.

Adiós a los hoteles cerca de las gasolineras:
Allí corremos peligro, allí
el cigarro que fumo mientras duermes
es una amenaza.

Aquí estamos seguros.
Aquí la muerte es nuestra.
Aquí una muerte pequeña espera atravesar la calle
para volverse adulta.









Christian Peña

De El amor loco & the advertising
Sombrario Ediciones, 2022

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