DOS POEMAS DE GUSTAVO IÑIGUEZ




EN EL CASPIO

Tormenta en el mar
Brueghel el Viejo, Jan. 1595-1596
Óleo sobre cobre
Londres, Galería Nacional

Se hunde
se inclina.

Intentan sumergirlo
y sale a flote

:mi hermano:

es un barco
atrapado
en la tormenta

que reaviva
del Caspio

toda la sal que alcanza
la única lesión:

su pierna corta

mutilada

hecha de puntas
que lastiman.


§


Inoxidable

el acero con sus púas
escarbándole la carne
intentando despejar

el cielo negro

de los nervios.

Porque se aproxima
la tormenta

irreversible

de la gangrena
que azotará
las aguas
salobres

de su cuerpo.


§


Desinfectar
con ácidos
con enormes cepillos
hechos de alambres.

Desarraigar

sacar el agua

del barco

que se hunde.

Yo le hablo
de nuestra niñez
él dice:

prótesis.

Digo que fuimos
ágiles
al tacto
mirándonos el cuerpo

completo

adolescente:

él responde sin tocarme

que prótesis

que no puedo seguirte

porque solo en los sueños
tengo
las piernas
vivas.

Tiempo antes de
lo inútil.

Que muñón

sobreviviente

inservible

que remo

como alambres

de púas

como nervios

que prótesis.


§


Miembro fantasma.

Es un casco
hecho pedazos
después de que el barco
se estrelló
contra las piedras

inmensas.

Hay navajas
separándome la pierna

prótesis

salitre
muérdago

que no quiero morirme

rápido la raquea

que no quiero

que me mate
el dolor

de la gangrena.



A TRAVÉS DEL EVEREST

Los cazadores en la nieve
Brueghel el Viejo, Peter. 1565
Óleo sobre madera
Viena, Museo de Historia del Arte

Se ha roto el hueso de mi madre.

Y como perros
regresamos
con el hocico
cerrado por el odio:

¿derrumbar o roer
la montaña?

Rasparnos
la boca

mis hermanos y yo
contra los dientes

tallarnos
morder
tirar al otro

hasta arrebatar el hueso
hasta encontrarlo
hasta esconder
lo mordido

y volver para tragar

lastimado y altísimo

el cuerpo de mi madre.


§


Algo hay que se viene
hacia abajo
en la montaña.

Algo
como puños
de tierra en el hocico.

Algo
como puños de hielo
entre las piernas

de mi madre.

Será el dolor

el puñetazo del miedo

¿será un derrumbe: nuestra niñez

el metro y medio de altura
en la montaña
elevada más allá?

Era el grito

lo evidente

la constante caída.


§


Romper
con la cabeza

la piedra.

Como saxífragas
echar raíces rojas
en el monte

el sacro recordado monte
del pubis donde
como sangre

crece la flor espontánea:

yerba familiar
que se excede
yerba familiar
que se expande

todos los días por la fisura

Insisto:
esto no
está en la radiografía.


§


Apuntamos la cruz negra
de un pájaro
como diciendo

Padre.

Suspendidos

nos mordemos
los perros

hermanos

tiernamente
en la lengua

negra

por el grado de acidez

en la saliva.


§


Ansiamos las agujas

del sol
de la insulina

el único dios

al que sí veneramos los cuatro
con las manos

desinfectadas

temblando.

Y ascender otra vez como perros
olfatear en la nieve
y volver a sus faldas:

entre sus piernas detectar

el azúcar.


§


Trepamos.

Ya de tanto pisarla
conocemos su cuerpo.

Escalamos.

Al observar las venas
como ríos amarillos

ponemos

las agujas que intentan
detener lo que va a través
de su sangre y

seguimos

en un pleito de perros
enlodados de culpa

gotean del hocico

sangre y barro

sobre el cuerpo
deshecho de la madre:

que es la enfermedad
más dulce
y la montaña

más alta


§


Nos vemos
que vamos
hacia arriba

los cuatro
perros

ladrándole al hueso

roto

pobre hueso
hueso madre

en el centro de la herida:

Ella

la punta
más alta de la tierra

Ella

el punto

más
elevado

del dolor.











Gustavo Iñiguez
De Colección privada. El gabinete de las maravillas
Mantis Editores, 2020

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