TRES POEMAS DE MAIRA COLÍN




CAMINAR POR LA PLANCHA

La única vez
que vi llorar a mi padre,
dijo que era de felicidad.
Sucedió mientras intentaba
subir las escaleras.

El alcohol le había corroído
cualquier compás.
El rostro sumergido
en el principio de cada escalón.
Los ojos semicerrados.

El pecho hacia atrás delataba,
no sólo la carga de los años,
sino la imposibilidad
de que de ahí tomaran
la costilla de la que nacieron
mujeres como mi madre.

Termina por sentirse avergonzado.

Guarda la compostura
y avanza en línea recta
hasta internarse en su cuarto.

El silencio como testigo:
trató de ir más allá
de su función de padre
y lo único que consiguió
fue caminar por el tablón.

Él mismo iluminó la senda
hacia la pena máxima:
la hija que daba cuenta de su debilidad
y aquel llanto, plomo en sus tobillos.



CONVERSACIONES

I
Los sonidos de un cuerpo enfermo
son carta abierta para los médicos.
En el pulso se puede saber
de las noches
de promesas y alcohol.
La respiración denuncia
las mañanas intermedias
repletas de cigarros.
El sudor, la impertinencia,
los desvelos.
En la pupila se recrean
las comidas a deshoras.
Los exámenes de rutina
son lentas conversaciones.
Exposición de delicados secretos.
Probables augurios.

II
Mi padre nunca ha tenido
un diálogo tan largo.
La cita con el oncólogo
termina en paz.
Darle a alguien una palabra
con la que nombrar su muerte
es, a veces, la única forma
de estar listo para dejar este mundo.



UN DOLIENTE RITMO

La noche lo observa
desde la calle.
Está agazapado tras la silla
más vieja de la casa.
Escucha música.

En sus manos se refleja
la luz artificial de la farola
que custodia la cochera.
Ha pasado la tarde buscando
en su colección de acetatos.

La sonrisa entra de golpe,
una tonada toma el espacio.
El sonido es consecuencia
de algo vivo.

Se abraza al mundo.

Notas le recorren
el cuerpo saturado
de células tullidas.

Descansa.

Las sombras al interior
de casa le sirven de abrigo.











Maira Colín
De La boca llena de tierra
Sombrario Ediciones, 2023

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